equilibrado del motor

El funcionamiento de un motor genera diversos tipos de fuerzas que deben ser equilibradas para que de su acción no resulten efectos indeseados como vibraciones, desgastes, tensiones o sobrecargas. En la práctica no es posible lograr un equilibrio absoluto, pero sí un grado de desequilibrio tolerable que no afecte negativamente al propulsor.
Entre las fuerzas que deben ser consideradas para lograr el equilibrado del conjunto están las centrífugas, generadas por los dispositivos giratorios, y las inerciales, originadas por los elementos con movimiento alternativo. El par motor es otro de los potenciales causantes de vibraciones.
Con un equilibrado óptimo se consigue un funcionamiento suave y eficiente, con tensiones mínimas y efectos vibratorios reducidos. En general, se puede decir que un motor está equilibrado si, trabajando a un régimen estable, transmite a los soportes fuerzas de dirección e intensidad constantes.

La actividad de los pistones genera una fuerza alternativa al desarrollarse con constantes deceleraciones bruscas y recorridos en sentidos contrarios. El funcionamiento del cigüeñal, por su parte, produce la fuerza centrífuga que resulta del movimiento rotatorio de las muñequillas. Y el par motor añade una fuerza de valor variable.
En relación con ello, es usual hablar de un equilibrio primario y un equilibrio secundario en el diseño de los motores.
El equilibrio primario se refiere a la compensación del movimiento longitudinal del motor, y se consigue incorporando al eje de rotación masas excéntricas que neutralicen esa fuerza rotatoria.
El equilibrio secundario se ocupa de compensar las vibraciones (llamadas secundarias) provocadas por el recorrido irregular de los pistones, pues debido a la rotación de la biela, el viaje del pistón en la mitad superior de su movimiento es mayor que el que realiza en la mitad inferior.