chispa de encendido

En los motores diésel, el proceso de combustión de la mezcla se logra elevando la presión sobre ella hasta que arda de forma espontánea. Los de gasolina, sin embargo, emplean un combustible que no se comporta de manera tan estable, por lo que resulta necesario limitar la compresión para impedir que se produzcan autoencendidos, y recurrir a un sistema diferente que inicie la combustión. Ese inicio se produce con una chispa generada en la bujía.

El sistema de encendido o de ignición ha ido perfeccionándose con las décadas, sustituyendo elementos e incorporando dispositivos de avance del encendido, pero su forma esencial se podría resumir del modo siguiente:
Ha de existir una fuente de energía, normalmente una batería, que suministre al sistema la electricidad necesaria.
También es preciso un dispositivo o transformador que eleve el voltaje. Para ello se emplea una bobina.
El proceso requiere además un elemento capaz de distribuir la tensión entre todos los cilindros, cuando hay varios, asegurando que a cada bujía llegue el voltaje necesario para producir la chispa. Ese elemento recibe el nombre de distribuidor, aunque se han creado sistemas que lo hacen prescindible al montar una bobina en cada bujía.
Finalmente, debe haber una bujía o electrodo que produce la chispa e inflama la mezcla en la cámara de combustión. Esa mezcla no arde de manera instantánea, sino que se enciende primero la cantidad más próxima a la chispa y se va consumiendo a medida que la llama avanza. El tiempo que dura ese proceso obliga a dar un margen que se obtiene anticipando ligeramente el encendido.
Para que el motor funcione eficazmente, el sistema debe hacer saltar la chispa en el momento exacto. Se trata de un proceso que se repite hasta 25 por segundo con el motor funcionando a 3000 revoluciones.