continuously variable transmission

En un automóvil, lo usual es que la transmisión del giro del motor a las ruedas se realice a través de engranajes cuyos tamaños determinan las distintas relaciones de cambio posibles. Cada una de esas relaciones es una velocidad o marcha, y pasar de una a otra implica interrumpir por un instante la transmisión y percibir un ligero «salto» durante el cambio.

Esos inconvenientes desaparecen con un sistema de transmisión continuamente variable, en el que las dos poleas del mecanismo están unidas por una cadena o correa encargada de transmitir el giro. Para modificar la relación de cambio, el diseño de unas piezas cónicas permite variar el recorrido efectivo de la correa sobre la polea, haciendo que el diámetro de esta aumente o disminuya.

Así, alterando los diámetros de una y otra polea, se dispone de multitud de relaciones de cambio que se suceden de forma suave y continua, sin sacudida alguna. Sin embargo, los sistemas CVT suelen simular esa sacudida porque es lo que una mayoría de usuarios espera durante la conducción.

Las marchas o velocidades no están limitadas a un pequeño número, como sucede en los clásicos sistemas de engranajes. Dentro de los recorridos máximos y mínimos que las poleas permiten, es posible utilizar cualquier relación de cambio.

Se puede optimizar al máximo el giro del motor y el consumo de combustible se reduce. Además, se eliminan las sacudidas propias de los cambios de velocidad, con lo que esa pequeña interrupción deja de generar ineficiencias y las transiciones resultan imperceptibles para los ocupantes del vehículo.

Se trata, además, de un sistema ligero y de estructura relativamente sencilla.

En la parte negativa, las sensaciones de conducción pueden resultar poco estimulantes para muchos usuarios, y los costes del mantenimiento y la reparación del sistema suelen ser altos. Por otro lado, el ruido que genera el mecanismo al trabajar a altas revoluciones es un frecuente motivo de queja entre los conductores.